El arte de aplazar las cosas: procrastinación estratégica
Normalmente se piensa de la procrastinación como algo negativo, pero ¿Podría llegar a ser algo positivo?
Actualmente la procrastinación se ve como algo malo, como un mal hábito a erradicar, como un acto que merma la productividad, y como algo que debemos de evitar a toda costa. En parte, estas ideas pueden estar en lo correcto, pero se equivoca en generalizar el concepto de procrastinación. Entonces, ¿Por qué se cree que la procrastinación es algo malo?
Antecedentes históricos
Primero, tenemos que entender que los pensamientos que vienen manando de las tradiciones de personas que han vivido antes que tú, y las condiciones materiales que rigen en tu propia época, contribuyen a determinar tu manera de pensar. Por lo tanto, creer que la procrastinación en general es algo malo está dado, en gran parte, por estos dos factores. Entonces, ¿A qué se deben estos pensamientos?
Estos pensamientos están propiciados por la Revolución Industrial, ya que esta impuso la obsesión por eficacia y productividad. Por supuesto que no fue algo malo, ya que está obsesión por eficacia y productividad produjeron un gran crecimiento económico. De hecho, la Revolución Industrial fue un gran hito en la historia de la humanidad, y se puede entender como el cambio el cambio económico más importante de la historia. Pero ¿Por qué esto entra en conflicto con el concepto de procrastinación?
Mucho antes de la Revolución Industrial impusiera la obsesión por la eficacia y productividad, las civilizaciones reconocían los beneficios de la procrastinación. En el Antiguo Egipto, había dos jeroglíficos para “procrastinar”: uno denotaba pereza; el otro significaba esperar el momento oportuno.
Mi crítica a la idea de que la procrastinación es un mal hábito viene dado por lo que comente anteriormente. Se piensa que la procrastinación significa pereza para hacer algo, y en parte sí, eso puede significar. Pero también puede significar esperar el momento oportuno, y de eso les hablaré hoy de la procrastinación estratégica.
Procrastinación estratégica
En un experimento realizado en una universidad se le pidió a estudiantes universitarios que formularan propuestas para un negocio en el campus de la universidad con el fin de ocupar un lote recientemente desocupado por una tienda.
Cuando los estudiantes comenzaron la tarea inmediatamente, se inclinaron más por proponer ideas convencionales, como otra tienda. Pero se escogió a algunos estudiantes de manera aleatorio para que postergaran la tarea y jugaran juegos como buscaminas o solitario. Estos últimos produjeron ideas de negocios más novedosas, como un centro de tutorías y una bodega. Al final, el resultado fue que las propuestas de las personas que procrastinaron fueron 28% más creativas. ¿Por qué el hecho de procrastinar hizo que sus ideas fueran más creativas?
Cuando comenzaron a pensar en ideas para un negocio y luego postergaron la actividad deliberadamente, comenzaron a considerar posibilidades más creativas. Pero ¿A qué se debe esto? Bueno, pues se debe al efecto Zeigarnik.
En 1927, la psicóloga rusa Bluma Zeigarnik demostró que las personas tienen una mejor memoria para las tarea incompletas que para las terminadas. Porque una vez que una tarea está terminada, dejamos de pensar en ella. Pero cuando se interrumpe y se deja pendiente, sigue estando activa en nuestra mente.
A lo largo de la historia grandes pensadores, inventores e individuos prominentes han sido procrastinadores, y un gran ejemplo de esto fue Leonardo Da Vinci.
Leonardo Da Vinci, un genio procrastinador
Leonardo es una de las personas más fascinantes de la historia. Fue el ideal del hombre renacentista, aquel individuo que se empapa de todo tipo de conocimientos y participa en diversas áreas de la ciencia y el arte. Leonardo fue un pintor, científico, ingeniero militar, ingeniero hidráulico, anatomista, paleontólogo, filósofo, músico e inventor.
Era una persona increíblemente curiosa, se interesaba por todo, en parte a eso se debe su gran gama de intereses. Su genio era de una clase que entendemos y que incluso nos puede servir como inspiración, ya que se basaba en habilidades como la curiosidad y unos enormes dotes de observación, cosas a las que todos nosotros podemos aspirar. Algunas personas son genios en un campo específico, como Mozart en la música, pero la brillantez de Leonardo radica en que combinó múltiples campos diferentes, lo que le permitió tener un perspectiva más completa de las cosas.
A lo largo de su vida, Leonardo tenía una propensión a abandonar obras de arte y tratados sin acabarlos. Inició muchos tratados sobre temas como el vuelo, el agua, la anatomía, el arte, los caballos, la mecánica y la geología. Pero solo los empezaba, no los terminaba.
Leonardo pintaba la Última cena en la iglesia Santa Maria delle Grazie, en Milán, Italia. Según el relato de un sacerdote de la iglesia. Leonardo “solía ir a primera hora de la mañana, se subía al andamio” y, después, “desde el amanecer hasta la puesta del sol, se quedaba con el pincel en la mano, olvidándose de comer y de beber, sin parar de pintar”. Otros días, sin embargo, no lo hacía. “Se pasaba una o dos horas simplemente contemplando la obra, reflexionando, examinando y juzgando las figuras que había creado”. Y otros días, debido a su tendencia a postergarlo todo, agarraba el pincel y daba una o dos pinceladas a una de las figuras y, después, se marchaba a otra parte.
Leonardo comenzó a pintar la Mona Lisa en 1503, por encargo de Francesco del Giocondo, para que pintara el retrato de Mona Lisa, su mujer. A pesar de ser un encargo, Leonardo lo consideraba una obra propia más que un encargo. Lo mantuvo consigo en Florencia, Milán, Roma y Francia, hasta que murió, 16 años después de haberlo empezado. Durante esos años, le añadió, pincelada tras pincelada, capa tras capa, de pintura al óleo para perfeccionarlo. En la Mona Lisa, Leonardo aplicó el mismo modus operandi que en la última cena, pintando a ratos durante varios años.
Uno no puede producir una obra genial ciñéndose a un horario o un esquema. — William Pannapacker.
De hecho, los críticos de Leonardo creían que estaba perdiendo el tiempo haciendo experimentos óptimos y otras distracciones que le impedían terminar sus cuadros en vez de trabajar de lleno en sus pinturas. Sin embargo, sus distracciones, su dilación y su tendencia a postergar las cosas fueron vitales para su originalidad.
Una vez hecho este análisis, podemos ver qué Leonardo comprendía, ya sea consciente o inconscientemente, los beneficios de la procrastinación estratégica. A veces destinaba grandes jornadas de trabajo a sus obras, y otras veces su procrastinación se debía que afán de esperar el momento oportuno, lo que denota que su procrastinación no era debido a pereza.
El genio a veces logra más cuando trabaja menos, por que está pensando en inventos y formando en su mente la idea perfecta. — Leonardo Da Vinci
Experiencia personal
Ahora lector, si me lo permite, me gustaría compartir mi experiencia personal como programador haciendo uso de los procrastinación estratégica.
En el desarrollo de software, los errores de código son inevitables, o a veces no son los errores de código, sino que no sabes como realizar un cierto programa o algoritmo. Entonces, cuando estos sucesos inevitables aparecen, al principio trato de intentar resolver el problema, pero si veo que el problema se torna algo complejo lo dejo. Y en una horas se me ocurre una solución, la implemento y listo, ¡problema resuelto!
Muchos programadores han dicho que cuando tienen un problema, lo dejan, se van a dormir, y al despertar a la mañana siguiente, ya tienen la solución a su problema.
La dilación puede ser el enemigo de la productividad, pero puede ser un recurso para la creatividad.
Cuando la procrastinación se convierte en un problema
Hasta este punto, ya ha entendido mi punto. El término procrastinación podemos usarlo para referirnos a dos cosas diferentes. La procrastinación puede ser un mal hábito, algo que hay que extirpar, cuando la causa la pereza. Pero la procrastinación puede ser algo bueno cuando la usamos como recurso para la creatividad, cuando la usamos para esperar el momento oportuno. A este último nos referimos como procrastinación estratégica.
Ahora me gustaría hablar de la procrastinación como mal hábito procedente de la pereza. La procrastinación (recordemos, causada por la pereza) se da cuando nuestros esfuerzos están en ser felices en el presente, y pensar en el futuro implica una carga adicional. Evitamos los sentimientos incómodos asociados con nuestro trabajo al pasar tiempo en actividades que mejoran el estado de ánimo, como jugar juegos. La procrastinación se da por querer una gratificación instantánea en vez de retrasar la gratificación.
En nuestro mundo moderno hay múltiples fuentes que nos proporcionan una gratificación instantánea, como redes sociales, Youtube, Netflix y la lista puede extenderse indefinidamente. Pero ¿entonces cómo puede vencer la procrastinación?
Bueno, pues hay un truco muy bueno que te permite hackear tu mente y no permitirle que sea mediocre. Consiste en pensar lo siguiente:
Realmente no voy a hacer la tarea en este momento, pero simplemente haré su primer paso.
Si el lector procrastina el acto de leer, simplemente dígase a si mismo que solo leerá una página, notará que no solo lee una página sino muchas más. Y así puede aplicarlo con todo tipo de actividades. ¿Por qué funciona esto? Porque el primer paso siempre es el más difícil, una vez que das el primer paso, el segundo es más fácil.
¿En qué situaciones usar la procrastinación estratégica?
El saber cuándo usar la procrastinación estratégica debe estar dado por el criterio del lector. Se encontrara con ocasiones en las que las cosas se tienen que hacer rápido y eficientemente. Hay ocasiones en las que resulta ventajoso acelerar el proceso y realizar las tareas rápido y eficientemente, pero también habrá ocasiones en las que resultara ventajoso retrasar el progreso. Al final todo recae en saber cuándo y que estrategia usar.